domingo, 3 de enero de 2010

La cantina

Desplazándome a través de la vorágine voy construyendo la obra. Una que coloca mis ojos en el cielo. Que permite escurrir las imágenes que van formando la película que sólo yo veo. Ahí van caminando, todos viviendo su film noir.

La dirección permite tantas contracciones estéticas que un segundo puede ser abrumador. ¡Acción!, entras a la cantina. La vida es un coctel que es agitado para mezclarse y ser tomado. Hay quien se toma todo de un trago. Hay quienes necesitan más de uno. Quien intenta que dure una eternidad terminará con un sorbo caliente, insípido y ceniciento.

Los tragos que veo desde este vaso son obtusos y aveces rojizos. Me preguntó un lerdo en tono pendenciero ¿por qué en este bar no hay mesero ni cantinero? El suelo embadurnado con saliva, con gotas de sudor que alimentan el ensueño. Una luz tenue nos embriaga. Una mirada se escapa, otra te atrapa. Derrumbado por la mañana sólo tengo entre los dedos la sensación del recuerdo. El vaso está lejos, vacío y roto.

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