miércoles, 10 de noviembre de 2010

Otra hoja otoñal

Simplemente me sorprende el mundo cada vez más. Vivir. Ni modo. Eso es en gran parte vivir para muchos. Un ni modo que cae intentando alcanzar el horizonte.

Mensaje para Dios:

Oh Lord, qué gran decepción. No entiendo nada del mundo. Soy un personaje más de algún libro de la bibliotéca babilónica. Pero ni siquiera. Yo, tan sólo, reducido a un títere manejado por un cuentista cruel, despiadado, ruin, supuestamente inocente de su propia condición. Los hilos medio rotos, medio roídos, medio remotos. Medio me caigo, me balanceo, intento aferrarme a otro títere que me cambia los hilos por unos que penden de una mano amorosa.

¿Eso es el amor?
¿Una mano?
¿Echar una mano?

Todo insignificante, pequeñito, diminuto, como una lágrima que jamás vio la luz del día. 

Devuélveme mis caricias, mis besos, mis lamidas ¡oh Dios borracho! Devuélveme cada una de las palabras que susurré a tus noches.

Señor, regrésame la tierra que de mi mundo cayó en tus zapatos. Te devuelvo tus gestos aguzados, tu obsesión de adelantar el pie al paso y hacer a más de uno tropezar. No te culparé de mis propios tropiezos. Esos no te los doy. Jamás serán tuyos.

Eras sòlo un titiritero que deambulaba, aveces, en el teatro de sombras.

Desamarro los hilos sin importar de qué mano vengan y me sumerjo entre las telas carmesí hacía un gran escenario sin público.

Tanta belleza regada en el suelo, desecándose en la inmensidad del silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario